martes, 13 de mayo de 2008
Desempolvando el baúl
Hay una ciudad repleta de huecos de ascensor, de esquinas desencajadas, de esperas frente a un paso de peatones junto a desconocidos. Hay edificios altos, instrumentos de música de vacío para ese viento que habita en las alturas pero nunca vemos. De sueños de humo alcanzando las azoteas, de tejados a dos aguas que no existen, porque aquí no hay techos que resguarden al hombre de la lluvia. Tan sólo terrazas para mirar un horizonte de sol y ladrillo. Sólo sitio para la ropa tendida y recién lavada. Y si cierras los ojos todo huele a perfume de lavanda, a jabón lagarto, y a prisas en la mañana, y pensar resulta un oficio olvidado y sumamente artificial.
Tras mi ventana, aparatos de aire condicionado quemando frigorías, zumbando en los oídos, goteando las aceras. Y éste verano que promete más calor. Cuando llegue el verano, y la caravana de coches emprenda rumbo a la playa, buscando la salvación en ese plano infinito de nubes de algodón que se derriten sobre el Mar Menor. Y el espacio urbano vuelva a recobrar su equilibrio, su aspecto de imprenta. Y el recuerdo lejano de esa sardina de mirada triste que asoma la cabeza entre las aguas turbias del río, las maquinas de café, y los pasos de peatones junto a desconocidos, no sean más que otro paréntesis. Otra espera.
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4 comentarios:
Desde tu viaje a barcelona... aparecen casi siempre esquinas en tus entradas. Que si unas dan al desierto, que si desencajadas...¿Pero qué hiciste en Barcelona?
Si que tienes razón, últimamente ando un tanto repetido :-)
Joder!! Menuda descripción de un viaje tío.... ¿ya te han publicado novela?, hummmm, deberían hacerlo, escribes realmente bien!!
Un abrazo!!
El mundo literario anda algo aparcado, lo más largo que he escrito últimamente han sido rutinas de programación: variables, bucles y derivados. Cosas del mundillo de la informática. Un saludo :-)
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