martes, 17 de marzo de 2020

II 
Estremecido cuando tiene.
Todo Cuanto fuimos ya fue vivido.
Pienso en calma y siento tu mano. Cristales de memoria. La obligación, y el interior de las habitaciones. Trayectoria del pájaro oscuro, que en su hueco de refugio atraviesa la dermis y se hace tuyo. El pecho calentito. Trigo y huevos. Las caricias de los cuerpos, los bares. Todo lo que hecho en falta. El cielo se ha estrellado en un barril, y escribo mi nombre en un documento en negrita que me piden del trabajo. Y que nadie leerá. Como me gustaría soñar sin mí. Libre de aposentos, de reclusiones subrogadas. Ser el aliento de la esperanza, y no la llave de la lagrima seca. Sin zapatos y sin correo me siento más bajito. Desde su estrella él la escuchaba, y ella susurraba bajo la luna mientras el cochero agitaba los caballos en la noche. La noche estremecida, moldeada artificalmente como un sostén indefinido el cuerpo rendido a la evidencia. Y todo ese silencio, las palabras de mamá. Que lejos está. Sangre y metal. No te rindas, no dejes de luchar contra el suave murmullo de la derrota. La ausencia de dolor no es energía para un corazón, leña de un destino compulsivo que se agota en el vacío. Y mi cerebro se despeja del refugio bajo tierra, y anhela, desea. Cuanto me agradaría volverte a ver. Mirar las flores y la tarde con esa luz intensa que todo lo rebaña. Y sin embargo, esta realidad inoportuna. La máscara de los huesos, la ilusión un millón de veces vivida del bombeo de los pulmones, y la pretenciosidad, enérgica, suave de este cuerpo, que ser algo más que espacio ocupado en su recorrido final. El gemido y las bacterias, todo aquello que no vemos pero nos órbita. Nos limita, y nos define. En las entrañas, gentilezas propias del ciclo minimalista de la respiración. Las caricias no te salvaran, porque no vuelven a la mano cuando estas solo. Cuando todo, repentino y quieto se hace eco de ti. Y volar de un salto de página a otro. Perdonar ya no quiero, porque no guardo resentimiento. Me da igual. Años atrás, perdí casi todo,hasta el odio. Que también se fue. Y a pesar de las almohadas acolchadas, de las mujeres fumando, sigo encontrando colillas en el suelo de mi habitación. Y con todo ese dinero, tu cráneo se puede considerar cabeza de un esqueleto afortunado. Un ser a media luz, ya vivido, ya pensado, reciclado y de espíritu reciclado, pero luz única blanca pura y sencilla. Y tú En tu terraza inmaculada, con olor a a azahar, mientras lees una revista en la noche de verano, y no te das cuenta de la salamandra con sus oscuros acuosos ojos almendrados te observa, te circula en la distancia y devora regiones asoladas de mosquitos y arañas ponzoñosas en pro de tu beneficio. Si yo te volviera a ver, sin duda te volvería a esquivar, aunque me dañara, de nuevo, recursiva e irremediablemente por dentro.

lunes, 16 de marzo de 2020


 Una mosca, un cuerpo inerte que flotaba. Un esputo. Noche y día vacías las alas, y el rumor tenue, como un animal que huye. Luego el fuego y las falsas confesiones escogidas. Es música y dios se derrite de los libros. Entre tus manos. Y miras a otro lado. He vuelto a ensuciar sin querer la tapicería. Y cuando miras el reloj se hace interminable el encierro. Algo escasea, la lengua se relame, y el corazón escarchea sediento de amor. No hay nada. Todo esto ha sido terrible, pero no hay nada. Destello de dientes rotos. Luego lo has pisado, y las sandalias se han roto. En la desnudez de los pies, como minutos temblorosos se marca ese borde del espacio en el que soñaste una vez que eras algo más que una espera.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Siempre que tengo ganas de orinar y no me concentro, pienso en Amancio Prada, y en su concierto en la casa de la cultura de Bullas. Y los almendros en flor que vio por el camino, y nos recordó a los allí presentes con gran emoción. En todo aquel escenario. Me sabe mal, pero es la verdad, recordarlo me relaja y las ganas de liberarme vienen bien a mí. Siempre que no puedo mear en un baño publico me acuerdo de él, y de esta canción. Eso sí, con el máximo cariño. La tierra y la tiniebla, en mí navegando inquietas, al llegar la noche los adictos tienen descuento en todo lo escrito. Como soy un muerto en tu taza de té, cuando tu amiga te pregunte por temas personales., miraras para otro lado. La delicadeza y el silencio, todo lo que nos importa, se desliza por un hueco de olvido frente al tiempo.