jueves, 30 de agosto de 2018

Viernes

A medida que hablo me alejo más del tiempo, de su relativa sobriedad, me dejo vencer por el conformismo. Aunque tengo claro que de este fruto de la inercia, ya no seré yo. Esto que veo en el espejo, más viejo, menos dañino. Aunque tenga claro que no me encontrarás, la verdad, es que duele menos. Y hay otras formas, luces, risas y escaleras, pero no son para mí. No lo veo tan claro. Al menos eso creo. La gente ordena sus palabras y satisfacen todo cuanto place a sus cuerpos. La ven detrás a la muchacha, a través de una máquina que funciona con dolor y pájaros que caen. Con su nuevo vestidito azul. Cuando la miras. Esta fe, esta incierta mística literatura que aleja más de Dios a la pluma cae un poco más, , muerde un poco más el polvo en la noche. Pierde más a la razón. Aunque puede que realmente tampoco importe. Sólo la cerveza es más popular que la sangre. Hay una curva en cada cosa buena de esta vida. El sexo y sus manantiales cristalinos, la sensación de alivio, de tenerlo todo hecho al despertar. Me faltaba justo lo que buscaba, pero me he dejado llevar. En este viento, que me adormece y me acompaña, mientras el coche me lleva y me hace soñar. Y recordar de camino a casa, todo lo prestado.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Los cumpleaños son para las estrellas


< Cuando vas a un cuarto de baño ajeno a orinar y hay una ventana es inevitable mirar a través de ella. Es un acto reflejo, casi como sacudirtela cuando terminas. Lo haces y no sabes porque. Es como en algo pasa con Mary, meas y bajo tu punto de vista todo es inocente, y sin embargo, desde el otro lado eres considerado de lo peor. Una tarde, una buena tarde de ir varias veces al cuarto de baño, de observar los geranios del piso de abajo. De aguantar a una perra cuyos dueños le hablan como aun  macho,que  anuncie a bombo y platino cada vez que entras y sales, cada vez que levantes la voz. Nunca dejan de juzgarnos, ni tan siquiera cuando no tenemos nada que perder. Collages  de revista adolescente en la puerta del frigo. El tiempo corre, y el vodka aromatizado polaco arrastra vientos de cambio, nuevos proyectos, y esa nube suave y liviana que me mece lenta y dulcemente. Las orillas que imaginamos nos llevan a una juventud, una trastienda de reuniones selectas en la que todo parecía mejor. El mundo suyo, nuestro, y las letras flotando, coordinándose, encajándose. Como se puede, se vive. Y como se puede, se ríe. Las huellas de las garras sobre el cuerpo, que el momento, los minutos junto a la buena gente, que la ilusión se las borre. Y me acuerdo que yo he venido aquí a dos cumpleaños, a estrechar dos manos.  Y un abrazo. A no pensar, a desflorar el vacío, a desojar las incertidumbre de la enfermedad. A enterrar a la biología  y su destrucción en un foso escondido, ocultarla de nosotros, engañar al tiempo presumiendo de que aún somos jóvenes. ¿Que fuimos en el pasado? Sin posibilidad de volver, nos dimos a las buenas conversaciones, los licores y la compañía. La luz siempre abre la posibilidad de hacer desaparecer el hechizo. Hemos hecho, hemos querido, y ni la emoción, ni el ruido, ni el esqueleto aguantan la inseguridad y el peso del vacío, ese que te queda, que te dejan,  cuando todos se van, y te quedas solo.
Es injusto.
 Y Recorremos de vuelta,  las  calles de esta ciudad desierta, y sondeadora, que desafía a quien la quiera mirar de frente en su período de calurosa rabia femenina. Porque sí, aunque me miren mal, aunque me ensarten, esta ciudad es femenina y ama y odia por igual. Y a mí, en casi todos mis momentos me habita. Y yo la dormito.
Creo que después de todo, ha sido una buena tarde, dos cumpleaños para tres cumpleañeros. Copas, brindis y abrazos.
El futuro no importa.
Los buenos momentos, por los malos momentos.