sábado, 7 de mayo de 2016

Y ya van tres

Hay atardeceres que atraviesan con su soledad tu cuarto con la fuerza de un carro de cuatro caballos. Y estéticamente la luz adormecida es hermosa, pero en la palidez del perro ante la hoguera, no tiene más valor que una mierda. Hay tanta perpetuidad en ciertas cosas cotidianas, que asusta pensar que el pensamiento que las imagina no es más que especulación de la carne animosa que sujeta los huesos. Pura subjetividad que se perderá en la oscuridad con la inmensa concurrencia de los puntos distinguidos. Hay cafés que saben a hierros torcidos, circuitos de fuego de gruesa caligrafía trazados por sangre femenina, calles de basta lentitud que acaban en el inmenso pasillo que conduce a tu habitación. Y al final te das cuenta, que todo es nada, que estás como al principio. Algo parecido pero sin igual.

viernes, 6 de mayo de 2016

El cansancio y la renuncia a los festivales musicales del sureste español. O como acabé volviendo a lo mismo sin querer. Como al principio (más o menos) pero sin mucho interés



Asumiré y temeré, pero en el fondo me guiaré, siguiendo todos mis pasos y predecibles instintos hasta el extremo más inaudito e impenetrable. Pienso en la soledad, como al principio, cuando escribí aquellas primeras ridículas líneas, y luego me fui a pasear en bicicleta, pero todo eso a estas alturas ya no importa, no hay nada más que lo que cabe en mi bolsillo, y en el fondo es artificial. Un descosido, y no hay más que un triste final. Las heridas son combustible para naves espaciales que me recogen los domingos, y me pasean por ciertos bares cálidos de corte sudista. Y me trastean. Y en Murcia hay muchas mujeres guapas que pasean por la calle,   y me ruborizo con tan sólo mirarlas e imaginarlas. Como un puñetero colegial, hambriento de cariño y rozamientos continuos y predecibles. Y queda en mí, participa de mi incongruencia, como una esencia, la sombra. Pagas o no por los errores, pero este mundo, no tiene más reglas. Que a estas alturas no hay más juez que uno mismo, y la realidad se desinfla saboteada por la dureza de una piedra que cae implacablemente, como lo más vulgar, como lo más exacto de todas  las cosas. Y el peso relativo, que aplasta, y te amordaza, como la más absoluta de todas las verdades. Y A veces me pregunto sino es el amor una especie de enfermedad mental, que nos trastoca, que nos posee como un virus. Y nos vuelve tontos, ansiosos de relojes,pensamientos, desiertos  y palabras.

domingo, 1 de mayo de 2016

Desde Polonia con amor. Fallout Anthology


Hace unos dias me llegó  desde Ponia la edición Ahthology de Fallout. A primera vista parece una pequeña bomba nuclear de los años cincuenta. Los acabados a nivel exterior son bastante buenos. De hecho hasta que no la tocas no te das cuenta de que realmente es plástico, y que en su interior recoge la colección de juegos de rol y acción dedicados al apocalíptico universo nuclear de fallout. La edición está agotada en todas partes y los especuladores la revenden bastante más cara, por lo que me decanté por comprarla en el extranjero, a un precio decente, y concretamente a un vendedor que me diera cierta confianza como fue el caso. Estas premisas me llevaron hata Polonia, país que conozco, pero no tanto como yo quisiera, y la experiencia comprando allí, al menos esta vez, ha sido buena.
Una vez abierta, vemos el interior con la caja que contiene todos los juegos de la saga, y un generoso espacio para que guardemos al último fallout si finalmente nos decidimos a guardarlo ahí.


Hoy día de alguna manera bromeamos con el futuro postnuclear que veía la sociedad emergida de la segunda guerra mundial, de aquella sociedad estadounidense que tras ganar la guerra, e inaugurar la escalada nuclear  trataba de volver a sus rutinarias vidas conscientes de que cualquier día todo podría acabar ante la amenaza del nuego gran amigo-enemigo, la Unión Soviética. La sociedad se impregnaría de parte de estos ecos, con diseños de coches que imitaban cohetes espaciales, bombas y demás.


 Eran los cincuenta y la sociedad estadounidense estaba en plena fiebre consumista. Y si tenías dinero te hacías un bunquer debajo de casa por si un domingo después del café y leer el periódico caían las bombas nucleares. Y así podrías ver un lunes, o mejor dicho vivir debajo de un lunes ficticio, porque ya no quedaría nada. ¿Y cuando emergieras a la superficie que encontrarías? A partir de aquí comienza Fallout. Ficción postnuclear de la buena. Aunque pensándolo bien, en nuestra supuesta idilica realidad, los arsenales nucleares siguen intactos...