jueves, 19 de diciembre de 2019

Y nosotros, ante la posibilidad de ser. La continuación y la tendencia, hacia el choque y los despojos en la torpeza. Ambos muertos y seguros, lejos del ruido. Hay un triangulo en el veneno espumoso justo en el momento antes de que lo pruebes. La equivocación, el miedo, y el embarazo. Sin palabras que decir creemos que tenemos más dignidad ante la nada. Aunque como de costumbre, es mentira. Hemos sido menos egolatras, aunque al final he de reconocer, que después de salir a correr por la huerta, me he duchado, y He vuelto a ir al bar. Luces y estrellas. Y Flippy mirando a los planetas mientras comentaba que 20 años no son nada, y Saturno como en su núcleo de vidrio reciclado giraba en torno a un hilo de acero. Cuantas historias he escuchado. Cuantos ratos como a la orilla. Entre una larga excusa y un adiós que no sale de los labios. Y dime cariño, dentro de veinte años habrá algo de nosotros que persista, que ni siquiera caiga sucumbido ante la realidad. ¿Habrá algo que ni siquiera nos recuerde? Las perspectivas se organizan en torno a la larga grieta, y los ojos se centran en la luz, aunque no exista nada. Un punto en el horizonte no es necesariamente un objetivo. Y hubo alguna chica ilustre que en aquella época de soltería insistente se interesó por mí, pero a ciertas horas de la noche tenía poca conversación. Y mira que lo intenté veces. Pero no había nada que hacer. Quizá iba más borracho de la cuenta. Aunque suene a tópico, y no sea un consuelo aunque las piedras y el tiempo confluyan en un gran naufragio. Ahora toda ha cambiado. Creo que, tiro mucho de hemeroteca, y a veces me da miedo. No se muy bien que soy. Lo oscuro, la piel, esas escamas que me acarician, que me abrigan y cada día me siento más lejos. El fuego y la ceniza no esconden nada más que de lo que de mi basura ha dejado de decir. Me da miedo que digan de mí que estoy vacío, pero no quiero pensar más en aquel espacio aseptico y monstruoso, que solamente tú y yo vivimos.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Ciervos y calaveras, como a escondidas los labios mendigando deseos. El teléfono suena una y otra vez con voz de mujer. La verdad lleva siempre fuego en el cuerpo. El encuentro último, y el recuerdo de una perdida. Los dioses no nos escuchan pero montamos historias fantásticas sobre falsos mártires. La suerte y la sombra, los árboles y lejos el mar. Vuelvo a entrar al mismo lugar, y la camarera me dice que pidió una caja de cerveza por mí. Y se me saltan las lagrimas, como si de alguna manera objetiva se te pudieran saltar en un bar. La vi un día de expiación por le noroeste (como otro día de los míos) pero se que si me tomo otra, mañana tal vez no seré si capaz de coger el coche temprano. Me hago viejo. Se me vuelcan los esquemas. Y Una vez más, la luz en su infinita serpiente, y frente a ella, la escafandra. Si sigo hasta el final de la carretera tal vez solamente encuentre la iglesia, sus reglas escritas, sus ecos hirientes. Todo esto para nada. Como un viaje perdido por una ciudad mágica (algo así como Edimburgo) encontrando gente maravillosa que no volverás a ver. Todo estaba tan bien, que hasta incluso cuando teníamos ganas de orinar, encontramos un sitio en un jardín cerca de un viejo ministerio. Daba miedo, aquellas historias de la prisión, los cementerios viejos y sus jardines, y estaba prohibido pensar demasiado, pero La ebriedad te hace ver lo que esconde verdaderamente tu ser, tu boca, aunque por un momento creas, ingenuamente, que sean mariposas.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Voy recomendandole a Ramón sitios en los que comer y beber bien en Murcia por un precio razonable. Él se para frente a las fachadas para echar una foto con el móvil y que se lo añada a google maps, aunque su novia que aún no ha vuelto de trabajar, no lo sepa. La tecnología, la puta tecnología. Aunque si que es verdad, que pese a todo, siempre hay que tener una buena agenda de bares. Por lo que pueda pasar. Y Yo le digo que conozco bien esta ciudad (me hago el interesante) pero todavía me engañan con la cuenta los camareros en algún bar cuando voy algo chispado. La suerte no te toca. La sientes, aunque La serpiente nunca descansa mientras la piensas. Se enrosca en tu mirada perdida. La oscuridad y el miedo. Mientras te recuerdo, la habitación vacía. Somos lo que sugiere un disco, una mitad partida que se comprime en una canción, en un minuto. Nos soñamos, nos tocamos y conjugamos, como el fuego tibio a la locura. Putas y caballitos girando a nuestro alrededor. Amo esta dicudad a la par que la odio. Como a la vidad misma. Sin embargo, y pese a todo, no consiento que nadie hable mal de ella delante de mí.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Y de que estos libros, si otra vez vuelvo a masturbarme con sueños que no veré cumplidos. Y luego me imagino a mi mismo antes de correrme, desnudo en todos los sentidos, y me avergüenzo por las reglas sociales mal avenidas. Millones de años de tradición seminifera no pueden estar equivocados. Todo es tan natural. Correrse en la orilla es la puerta del infinito. ¿por que lo más natural está considerado tan mal? No sabiendo donde me hallaba me abrazé a la nada en un horrible ciclo que me condujo a un agujero, como todo lo que empieza, en un lugar indeterminado oscuro, como todo lo que acaba. Dupliqué los años sin que mi cara lo reflejara. Aunque al final el cansancio me alcanzó. Y lo pagué con creces. Las cadenas no son nada si yo veo de cerca tu sonrisa. Cavernas donde los besos son tesoros ocultos que ansían devorar las ratas. Las luces de colores ocultando el rostro. Como llorar en un domingo por la mañana. Como explicarlo, los domingos son una bofetada a la supervivencia. Alquitrán en el alma. Ella no aparece a la hora, y todo duele en esta absurda mañana. El limbo y los libros. Como quema el incendio del almacén de la espera. ¿como nos veremos en los próximos años? Legión infinita de triángulos perfectos sin significado bordeando la nada. Mientras tanto mis labios, puerta cubierta de mi signo oscuro, seguirán aprendiendo a la fuerza y a gran velocidad que es esto del querer. Aún cuando de costumbre, vuelvo a perder.

jueves, 7 de noviembre de 2019


Y quizá pensé que fuera mejor. Y  pese a ver cerca el cuchillito, sintiendo que quizá rozaría mi garganta, comencé a resoplar. Encantado. Embelesado, con la inocencia de 10 años menos. Pero el perro joven y su encanto, prevaleció sobre el perro viejo. Quizá me dejé llevar. Quizá me vine arriba. Y Pesé a todo el esfuerzo, pese a  toda la inventiva, y gastar el resuello en un último estío, la volví a cagar. Lo di todo pero no sirvió de nada. Fueron muchos mini gin toncis. Él en 5 minutos llegó, y lo cubrió todo. Los ojos de ella resplandecieron. Y yo miré hacía atrás. La posibilidad de sufrir y lo infame de desear, resistiendo a la palabra, negando la evidencia, en el crepúsculo, y el pensamiento de la agonía de los cuarenta años se hacía pretencioso con las carcajadas a las tantas de la madrugada. Y esos Relojes de sol que en Pliego no volverán a ensombrecer la mañana con sus aguijones de avispa enfurecida. El fracaso, como jode. Como se alimenta, y como te acostumbras. Como se viste de ti. Y Al fondo las invisibles manos, atravesando el viento. Instante cerrado, de piedras en mi boca. El escudo caído bajo la insignificancia de la virtud. Y esos labios tristes que se irán pasajeros, buscando otra boca, otra forma, otro sudor. La espuma de la noche no defiende al esqueleto del susurro de la mediocridad, del relleno desierto y seco de la carne que se enrosca como un kebap ante los ojos toscos y relamidos de las bestias fielmente domesticadas. Y mientras bebe, el pájaro triste y cansado, ávido de gloria, futuro crujiente de resaca, se pone el pijama y se sienta a escribir.

jueves, 19 de septiembre de 2019



Su nombre se derrite, se oculta, se esconde como derretido del flujo de una cepa que cae lentamente. Cicatrizando en la tierra.  El café y el corazón son de un mismo latir.Los bares, y saber que no hay, ni habrá nada en este mundo como ella. Y el silencio. La complacencia. El agua y la boca, saciados. Arboles y luces en la inmensidad del silencio, en la noche espectral.  La leyenda negra y los años lujuriosos. Y esta vez a ella le toca, en su risa, mi oscuridad. Y la navaja recortando el filo del cielo de las ciudades muertas. Y todo queda paralizado, queda suspendida la vida. Pese a su latir terco, socorrido e insistente.

jueves, 11 de julio de 2019


En cualquier lado se abre como una flor desgarrada el miedo. Sin previo aviso. Porque sí. La ausencia, las fuerzas ajenas y la infructuosa esperanza en la resurrección. El espacio que ocupo, y la sangre que yo contengo, son poco más que nada, si pienso en la totalidad. En todo cuanto nos rodea y no me dice nada, pero siento como me consume lentamente. Sangre manchada de alcohol derretido, de la nada cirscunstancial. Todo lo que quise decir y se perdió en un laberinto o en un oscuro vacio. Y cuesta contener la respiración, pensar en algo más que la escena, el apocalipsis de la dermis en su lenta debacle, las noches por vivir y los oscuros pretextos para no liberar la mente y ser verdaderamente libre. O eso dice el diccionario.  Pasar la noche entera en una discoteca bebiendo y escuchando música, mimetizandose entre la gente. Pasar inadvertido cuando vas solo no es tan fácil, pero al final todo se entiende. Es de manual, espirales en la nada. Para al fin volver al alba, y ves a la gente tomando churros al salir. Y piensas en el dinero gastado, y las calorías ganadas. Y sólo desear acariciar la cama en una cuenta atrás, en un oscuro bordado de surcos silenciosos que se pierde entre los sueños.

miércoles, 26 de junio de 2019


Vísperas de julio. Las chicas con vestidos ajustados a rallas, sus labios pintados, y sus hermosas cintas floreadas recogiendo su pelo, y yo sin saber que decir. Sin saber hacia donde caminar. Todo arde, todo se difumina entre el calor y los olores.  Los tuneles estrechos de los callejones del centro  de Murcia. Los dias que se van y sus flechas que te atraviesan como graznidos de muda supervivencia. Como los extraños signos, como la soledad, frente a mí ellas me contemplan pero no me hablan. Queda mal hablar de follar, tras haber pasado un día de mierda de trabajo, de no estar verdaderamente. De no saber verdaderamente  como eres con esta rutina . Como si no fueras uno mismo, mientras no estas en tu lugar adecuado. Y si lo piensas, alguien te dirá: "Yo no puedo hacer nada por ti" Que les den. Yo soy como ellas, un resquicio autocomplaciente  en la soledad, en su silencio. Todo mal. El viejo pueblo con los rincones escondidos. El frío, el pasado y el cuerpo definitivamente absorbido por el sueño, ya rendido, pero siempre mecido hacia el viento. Como un jodido cabronazo autentico que busca su pasaporte en tu bolsillo hasta hacerte cerrar los ojos. Mientras la escritura sin alma inadvertida, perdida en el sudor humedo, sin nada que decir, ni una excusa para defenderme, ni un plano para saltar y esfumarme.

miércoles, 19 de junio de 2019



Noches que he jugado al fallout 4 explorando el yermo en solitario, negándome a jugar online. Negandome a matar a otro. Me decía a mi mismo que era por principios, tal vez simplemente fuera por la necesidad de no interactuar con nadie. Un nuevo punto de partida al final del extremo. Y me acuerdo que me planteaba entre abrime otra cerveza o sentarme aquí delante del ordenador a escribir. Y bebí muchas cervezas. Dormí muchas noches con la cabeza torcida en el sofá. Tantas que ni me acuerdo. La herida frente a la caja de capacidad azul, cuando se abre sale el chorro. Tu corazón acaba de explotar. Y vas a querer otro vaquero.Vas a querer no volver a pensar. Ya tan lejos, con las manos cansadas y la mente diezmada. Música que no dice adiós, y cucharillas para el postre. Subimos de nivel, y adquirimos nuevas capacidades, mientras perdemos algo parecido a eso que llaman alma. Doble negación, y en las noches, en el silencio que no nos plantee ninguna encrucijada. Decidir es una mierda, y mientras tanto todo lo que pasa. ´Los escupitajos, las maldiciones, La gente cercana, lastrada, condensada en la bebida, en la conversación vacía, el gusto redifinitorio que entierra a la emoción. Nunca te has parado a pensar en los años, los siglos, la desesperación, el templo patas arriba, y los besos que no olvidas. Y todo aquello que no has dado, porque aunque por mucho que lo pienses, por mucho que vayas de guay,  nunca ha existido. Pienso en el bajón, ponerme una serie y olvidarme del amor y las sustancias que me hacen sentir bien. Ya volvemos a pensar, perdidos con monstruos, solitarios en el bosque, irradiados de ausencia y despedida. Las perdidas y las drogas.  La entrada VIP a la discoteca, la sensación y la sonrisa del DJ jilipollas. Dientes en la boca polvorienta. Como si todo lo bueno fuera todos los días, y no existiera la ansiedad, latidos lentos, y el lecho bajo la cúpula lunar. Todo eso bajo tus ojos.












miércoles, 5 de junio de 2019


El aire, el razonamiento y el polvo. Escuchas pero no atiendes a nada. Quiero alcanzar el borde de tu falda. Soplar y cerrar los ojos.  La caja de cartón reteniendo los pensamientos, y el magnetismo de la voz de la diosa indie entre las brumas. Días en los que soñaba, saltaba hacía lo desconocido. O eso creía. Y como todo eso en la lentitud de los mecanismos cotidianos me ha atrapado. Un bucle. El infierno y tu punto de vista bajo un ojo de cristal. Diminutas particulas se acumulan sobre el marco del cuadro, donde nadie mirará, mientras el lado oscuro y salvaje entra en ebullición. Tus palabras eran mentiras que se camuflaban como la espuma en un caudal de indiferencia. Y no se veía nada. Todo valía. Casi nunca me acordaba, y no había con quien hablar. Y a pesar del viaje en el tiempo, todos dormían. Las horas oscuras en la noche, siempre tan raras. Tus ojos. El abismo. Decir que nadie cruzará este umbral, oír ruido de pasos tras de mí. Y al despertar, me decías que no sabías de que hablaba.

viernes, 31 de mayo de 2019


Las protagonistas y sus inseparables caprichos. Cuando parece que ya no pasará nada, Cuando empiezas a fumar para no ser marginada de la toma de decisiones. Te haces la interesante. Hablas de tias que salen por la noche sin sujetador y se creen alguien, mientras la mujer dj pincha en la yeseria. Yo te hablo de cuando mi dentista me pinchaba anestesia para sacarme la muela del juicio, y me hablaba de las serenatas que daba  las zagalas Julio Iglesias de joven en Murcia. Me dices que las tias que van maquilladas al gimnasio buscan rollo con algún monitor. No me miras y bostezas. Pasas de mí. Y dicen que de joven hiciste a más de uno llorar, pero ahora has cambiado, y ya no eres tan mala. Aunque sigues conservando ese punto de cabrona. Y a nuestro lado, Calvos enamorados, bien acompañados, dichosos benditos afortunados, perfumados y sonrientes,  reliquias vivientes e indoloras de la autocomplacencia, . A mí este rollo de hacerme el cultural me cansa. Yo lo que quiero es  follarte, viciosa e indiferentemente. Con esa distante placidez que confunde al tiempo y la vida. Y creo que así es mejor. Mucho mejor. Y me hablas, y me dices que todos juntos somos más, y ya pienso en olvidarte sin casi reconocerte. El fracaso se ha materializado, se ha relamido con precisión en mi pellejo. Las cosas son así. Cuando te apoyas en una pared y  piensas que tu vida es una mierda, ves a dos hormigas angustiadas tratando de arrastrar una cascara de pipa gigante en vertical. Y piensas que en el fondo tampoco está tan mal. Al final todo se compensa en horizontal.

jueves, 16 de mayo de 2019


Eliges tu videoclip ideal, en él aparecerá una chica joven con aspecto extranjero, parecerá francesa, de rasgos exóticos. Sonará la música, el organillo con sus teclas sostenidas y exigentemente despreocupadas. Sus labios apretados y ese mapa de lunares, serenos suaves y adjetivados, que al final probablemente solamente recorrerás en tu imaginación. Ella es bella, tan inmensamente bella y apetecible, como peligrosa.
Un mordisco y al capazo.
Y  Si este mes dejas de pagar algo, que sea a la psicóloga.

jueves, 9 de mayo de 2019



Nos aferramos a las letras, a los números,  a la continuada dictadura de la magnitud de sus reglas, y nos olvidamos  del cuerpo y su masa muscular,  de que cientos de insectos mueren en el parabrisas de mi coche todos los días mientras conduzco y me preocupo por el devenir. Me atrevo a pensar si se suicidaran o si la carretera les pillará distraídos mientras deciden a donde ir, y mi coche atraviesa sus diminutos cuerpos y chisporrotean mi visión ante mi continuada indiferencia. Y pienso en el primer café de la mañana. Y me despreocupo de mi carne salada, como la de miles de toneladas a lo largo de la historia, toda mierda nos importa demasiado, mientras se nos pasa la vida, mientras nos miramos el ombligo. Y nos olvidamos de cuantos nos parecemos más a lo salvaje. A lo irracional. De lo que nos gusta follar. De lo que nos gusta disfrutar revolcándonos en el fango, para al final corrernos. En el fondo nos gustaría perseguir a la presa, cazarla y sentir su calor entre nuestros colmillos retorcidos. Aunque esté mal decirlo. Y luego, la culpa.  Cirios sobre las paredes, luz vibrante, tu desprecio, y el corazón veloz que se pervierte, su comezón, y las faldas, las piernas de las erasmus italianas cruzando la Gran Vía. El metal con su sabor peculiar e indistinguible que nos atraviesa claro y contundente como un silencio rotundo.Todo lo que se hace, los sueños enfermos que se acurrucan en los nidos oscuros y llanos de la mente,  y te despiertas de nuevo en mitad de la madrugada desposeída, a las 4:44, con ganas de orinar historias como fuego, de liberarte de toda presión de un modo poético,  pero piensas en volver a dormir para rendir al día siguiente. Y Te acuerdas de ese niño que tiene miedo a cruzar, y luego se pierde en la noche helada. No sentir como estrategia muda para sobrevir. Mirar las rosas, como resurgir efímero sobre nuestras vilezas, sentir tu piel durante un segundo, pensando en no olvidarla, sobrepasando nuestro sudor, disecando nuestra acidez, apoderandose de nuestra palabra lejana, haciéndola huir de la demencia resacosa y misera de la carne.  Caprichosa, jugosa y demencial masa celular que se aprieta contra mis huesos, mientras miro el mundo pasar. Y no quiero pensar en eso, Pero que te voy a decir. Que queda de un muerto cuando su lengua es como goma escondida en los labios. La noche es pura ternura, cuchillos y resignación. La danza y tus manos, atrapando la noche en un suspiro, regresión, sutileza y ternura. Ya no cabe más aire en este viento, que a solas te acaricia, y se regresa, se acurruca y duerme en tu corona.Por encima de todo, en tu ausencia.

viernes, 26 de abril de 2019

Cuando las serpientes atacan a los caballos, hasta los reyes caen al río y se ahogan con sus pesadas armaduras. El murmullo, y las cosas que amar, se las comieron los sentidos en una jaula de resignación. Corre la sangre en el cuento confundida en una flor, tu cara, deslumbrada, y la mano metida en el bolsillo del pantalón. Fantasmas que dañan el mobiliario en su persistente recurrencia onírica. Cuerpos desnudos en el temblor, en su recuerdo, habitan lo que efímero, y al fin nada es. Ruido alrededor, y la costumbre derramada y humillada. Los muertos, el abuelo y el pecado.

jueves, 28 de febrero de 2019



A esas horas, libres y perdidas, en las que la mente está liberada, y las cadenas caen lentas, aflojando la mordaza. A esas horas cuando nadie te reclama y de la oscuridad emerge el deseo erguido, como una figura grabada en los muros toscos de la noche. Los labios, sedientos y olvidados, de un color especial, carnosos, calientes, solitarios, buscan su obscena redención. La pureza, la virtud son un espejismo, una falsa mentira para la carne que desatada busca su justa medida, alejada del espectro social de las mentiras del hombre.Miedo sobre miedo, por temor a perder el amor, la libertad.  El hueco social. ¿que somos cuando nos rompen nuestra ficha de vida ante nuestras narices? Toda tu vida pasa por delante. Y rebuscas presupuestos en los cajones, y encuentras cientos de facturas. Buscas en los huecos, pero no encuentras más que papeles que justifican la nobleza del momento presente. No eres una biografia organizada, sucesión de actos conexos, sino más bien una carretilla lenta repleta de facturas. Muchos días vives la jornada, crees perdonar y ser perdonado, pero acumulas. Y restas. Y así a esas horas, las sombras arrestan a los buenos propositos con cuchillos delirantes de exactiud. No hay luces cálidas para el corazón en el parrtir de media noche. Los pájaros en la madrugada marcan el camino de vuelta, no son sus ecos, sino tu mapa. Tratas de explicarles. Has perdido el sentido de la abreviación. Su indiferencia. La carta desconocida.

miércoles, 20 de febrero de 2019

 La mediocridad,
 inexpresiva,
 acechante como una bacteria silenciosa
 en el estomago que te persigue,
 se acopla a ti, que te acompaña siempre.
 Tu sufres, y ella sufre,
aunque en los manuales de los médicos te digan que ella se divierte a tu costa.
 Es mentira, una gran mentira.
 Todo lo que hay dentro de ti, siente como tu sientes,
 mucho más que cualquiera que pase frente a ti, te sonría y acaricie falsamente tu piel,
Todo lo que contiene tu bolsa de carne va contigo, eres tú.
 Todo lo que te devora y acaricia en silencio,
 te acompaña en cada instante.
 Aunque suene feo,
 Las trampas del sistema,
 y su vertebración endémica milenaria.
 Unos muchos, para unos pocos.
 Ellos dictan las reglas.
 Tú las reescribes en tu pizarra de carne, hueso y sangre
 cada día.
 Para no pensar,
 para no sufrir,
 la mediocridad,
 Como un beso que no das, y te contagias a ti mismo,
 como un paréntesis faraonico en dos líneas,
 que esconde un dolor inmenso.
 Como ese beso que sí que das,
 y de aterciopelada mediocridad,
que ya ni reconoces,
 saliba, deshiela el desencanto.
 Como otro período más de tiempo cubierto
En la urgencia de los minutos
 El aspa sucia de grafito mancillando la casilla blanca,
 vacía, inmaculada.
 Mientras te acaricias la barbilla
 y esperas la respuesta adecuada.
 No somos nada frente a la predestinación,
 el ADN y la probabilidad de enfermedades,
la tasa de mortandad y el vademecum,
 se escapa la respuesta sosegada,
 tu corazón tatuado con cristales rojos escarchados y lamentos de garganta.
 Llegan las facturas y cambian los dígitos en los cuadernos maravillosos.
 Se alejan las orillas,
 y derraman las ramblas en nudos de sudor retestinada en tu ausencia,
 ya no brillas como antes,
se difumina la perfección de la escultura de tus labios,
 no me seduces en el hueco gris de las tinieblas como hiciste,
 como yo me prometí verte,
ante mis ojos,
ya no te encuentro en tu pueblo sagrado de rocas blancas edulcoradas.
 El pensamiento, el espacio, se vuelven miserables
 cuando en la boca misma nos falta una silaba.
 En la esencia misma de lo que eras tú.

jueves, 7 de febrero de 2019



No te entregues, como si nada, no hagas más de este único momento una ofrenda a la derrota. Levántate, toma los libros que detestas y orina sobre sus frías cenizas al alba.
En el amanecer, que tengas de todo, menos arrepentimiento.
Me levanto. Como siempre. De esos días que te sientes como la sombra oscura de las grietas que habitas, como una suerte de espiritualidad cristalizada en la raíz misma del dolor. Y arrepentirme de tanto haber pensado en uno mismo. Y darme cuenta de que quizá me haya vuelto a contradecir.
Mierda. Y otra vez mierda.
Aunque me relaja saber que no existe nada que el fuego y la propia inercia  del tiempo no curen. Veámonos pues en el primer rellano. Si quieres yo me haré el disimulado. Volver a subir la escalera, y recordar perder trozos de mi mismo en cada escalón, bajo el peso de la obscena mentira que devoraba cuanto me rodeaba. Y los rostros que no volveras a ver, que habitan como fantasmas en las bancadas minuciosamente talladas de la exhausta memoria, solamente reemplazables por la dulzura de la caricia de los bellos licores. Un fundido en negro. Un pretencioso mini Big Bang interior, Y los grupos de amigas que te ven, y agarran el bolso por si acaso. Eramos dos sueños, las sombras, lo que eramos. Y ahora delante, Bourbon envejecido en doble barrica. La coraza. El perfume y la mano, los días sin retorno. Las risas con los amigos, descorchado otro atardecer, las nubes espumosas se deshacen sobre la risa cansada. A flote, los huesos y los jarrones. Ante tus ojos todo limpio, muy limpio. Asquerosamente limpio. No teneis ni idea. En el mismo hemisferio el dolor y el destino. Ni placer efimero, ni caldo de sopa que todo lo cura.  Ya no adorna aquel pozo sin fondo mi interior, de todo aquello un recuerdo, un museo, de esos por los que te paseas todos los días. Más allá de la niebla de la existencia perezosa poco más. Como desear no desear. No pensar.
Querer agarrarse a una idea, a una realidad socialmente aceptaday no soltarla. Eso nos dicen todos los días.
Y eso busqué
Mierda. Y otra vez mierda.
Como me gustaría reinventarme, alejado del centro, próximo a tu cintura. Como esperando, el licor de tus besos, dragones obscenos que me recorren el pecho acariciando, y corazones rojos. Tus piernas y el peligro. Cartas de poker vibrantes bajo las luces secretas, y una oscura mazmorra al final del tunel. Inalcanzable, la sed de ahora. Y nunca.
Un nuevo derrumbe, y yo cantando.


Vente y te abrazo.

jueves, 31 de enero de 2019

Febreros alcalinos


Pero ya se sabe,
a pesar del mundo,
la mirada maldita y la llama que nos alimenta,
aquello que pensamos que nos hace interesantes,
por encima de la inmensidad del desierto
y la soledad del océano sin horizonte,
se extingue con el hueco de silencio vacío
que queda tras la despedida del tiempo de los abuelos.

Tanto miedo a la muerte,
por creernos más cercanos a las sombras
 que al olor intenso de la carne
 nos empeñamos en buscar algo parecido al amor.

 Volveremos a empezar en la mitad del ciclo.
 Flores y silencio.
 El jarrón roto y el agua bajo los pies.

 Y a pesar de la negación,
  Aún queda dulzura en tu mirada definitivamente disconforme.
 Me miras, me escrutas y me odias. Quizá me toleras.
 Puede que nos amemos como la inmesirecorde resucitación del caos en cada aspecto de nuestra indolencia.

 Existir como principio, aunque a veces lo olvidamos,
 a pesar del desgaste del aire y del miedo.
 Y del silencio.

 Bendita inexpresividad que yace varada en los estertores últimos de la noche.
Tu cara como en un sueño, furioso, desolado por el viento,
 en el que recorro pasillos y paisajes para encender una luz, y que me des la buenas noches cuando despierto.
 Y busco el vaso.
 Y otra vez pienso que me he equivocado de pastillas.

  Y los atardeceres atenazando el deterioro, súbitos, sedientos, faltos de luz.
 Ahora tras lo peor,
tras ver la mirada apagada en la figura de la ausencia,
 los instantes tienen algo de alcalinos.
Más livianos. Más sencillos.
 Todo sabe mejor con un chorrico de limón.

 Tal vez todo esto sólo sea el arrastre lento y continuo de una percepción que nos devora.
 Mi nombre, mi aura, de animal perfumado.
 Mi vanidad, y las curas de humildad.
  Me describo y me desdibujo, y en mi ilusión busco tu amparo en el recuerdo
que me hace mucho más sordido el depsertar.

Y querer desear,
 cuando el lenguaje, las piernas y la edad
ya no perdonan.
Ni nada responde como antes.

 Que bonito el amor de los pájaros,
 los jóvenes,
 y yo cada día,
 queriendo parecerme más a los perros.

sábado, 5 de enero de 2019

Navidad 2.0

El temblor, pequeño e insignificante ante los ojos de los demás, lúgubre escena de la herida, dilata la sangre y atrapa la carne propia en el gesto eterno y disoluto de la aceptación del final más temido, el roce contra el cristal oscuro, la forma ruidosa del pecho, y el remolino de amalgama negra que extingue insaciablemente la llama en una digestión turbia, angulosa y putrefacta. Así, alma cansada traída desde el silencio, buscas el paso de las baldosas brillantes hacía las constelaciones sagradas. Pero ay de tu cuerpo sin sueño, tu corazón sin rumor, no sabes que se cuenta cuando se ve la muerte tan de cerca. Los segundos que se alargan, y las palabras que no se han dicho, ni los besos que no se han dado, jaula de oro para este trozo de carne pretencioso que ocupó un hueco en este frío espacio. Hoy tu dolor, la fiebre y el vomito de los dragones se sienten diferentes, apagados, vacíos, tan lejos de la luz, pero tan cercanos a mí pesar. La escena, el edulcorante resbaladizo y negro de la navidad, su mentira forrada de cartón rojo. Los labios vibrantes y cálidos que no se han besado. Que magnificencia nos atrapa que de la ilusión de la realidad, creemos sumergirnos cual criaturas celestes en este espejismo de tiempo y espacio prestado. La araña que deambula por el espíritu trepandolo y acechándolo, agasajandolo en su deriva pretenciosa. No son nada para nosotros los tiempos ni los sentimientos, cuando nos aferramos a la voluptuosidad de la materia. Queremos poseer, pero se nos escapan los abrazos, los momentos de amar, la compañía de otros. No existe tiempo cerca de la muerte, tan solo sensaciones. Ten cerca ese cuerpo cálido que amas, siente ese corazón. Vamos a bailar, a pensar en no pensar, a agarrarnos fuertemente mientras sentimos la música y las últimas luces que se extinguen en la fría infinitud del océano.