miércoles, 16 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

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Y no ha palabras para describir el contenido de este iframe.

martes, 8 de marzo de 2011

La luz siempre se abre camino


Hasta en el interior de los edificios más fríos y oscuros.

lunes, 7 de marzo de 2011

Hoy lunes (-10)


Esta mañana me he quedado sorprendido al ver todas las señales de trafico con 10 km de menos de velocidad. Tal despliege de medios de la DGT en la madrugada suena a superproducción. Sobre todo si piensas, que mientras estabas durmiendo en los tiempos de las señales digitales (los relojes casio se inventaron hace ya mucho) haya que colocar manualmente pegatinas con números. Y he pensado que algo especial iba a suceder, como que los coches fueran a ir a la velocidad recomendada: 110, pero no, a excepción de un nuevo coche radar móvil, todo seguía igual.

viernes, 4 de marzo de 2011

Mundo viejuno: Blood Bros, porque nunca fuí bueno jugando al futbolín



Hace ya algunos años, cuando todavía me paseaba por el Insti como implicado pseudoactivo en el mundo educativo, era costumbre prescindir de algunas clases de las consideradas como "no necesarias". En esos ratos, en los que el tiempo valía oro, solíamos irnos a realizar varias actividades, entre ellas, la de irnos al salón recreativo (por algo estaban al lado del instituto), sacar unas monedas de 25 pesetas y echarnos unas partidas a algún juego como el Blood Bros.



La historia era bien sencilla, un vaquero y un indio (supongo que bastante resentidos por algún motivo) unian sus fuerzas para repartir pixeles rojos en forma de disparos a todo aquel que se cruzara en su camino por las lejanas tierras del Oeste. Eran los noventa, y los juegos eran bastante sencillitos, y se agradecía. No había que pensar mucho. Supongo que aquello compensó de alguna manera, el desgaste neuronal de las largas horas pasadas (también entonces) frente a una pantalla.

Aquel era un juego para trabajar en equipo. Mi compi era siempre el Ceferino, o en su defecto Paco "el choto", aunque era algo más flojo porque se concentraba menos, siempre estaba más pendiente del reloj que de la partida. Empezábamos en un pueblo cualquiera del lejano oeste, y continuábamos hasta una suerte de ciudad que parecía Las Vegas ardiendo en una noche de verano, mientras un zeppelín trataba de mandarnos de vuelta a la clase de matemáticas. Yo nunca pasaba de las águilas que disparaban bolas de fuego en el desierto, más o menos la mitad del juego (no estaba mal para 5 duros) pero años después el Ceferino y yo nos volvimos a juntar en el ordenador de la cochera de casa de mis padres para desquitarnos con el MAME. Fue una tarde bestial, en la que aniquilamos a toda clase de indeseables, incluidos los decadentes soldados prusianos que nos disparaban boomerangs. Burlamos a la serpiente que lanzaba huevos explosivos con "continues infinitos", y llegamos hasta la guarida del malo malísimo. Y acabamos con él, vengando la frustración que nos provocó años atrás no poder haber llegado nunca hasta allí. Aunque como en la mayoría de los Arcades, el final del juego, era una vuelta a empezar.


miércoles, 2 de marzo de 2011

Cowboy de medianoche


La otra tarde aprovechando una de esas ya habituales horas libres de las que dispongo, volví a ver Cowboy de Medianoche. La música nos suena a casi todos, pero la historia que se esconde detrás no está nada mal.

Un muchacho tejano junto a una maleta repleta de camisas bordadas, recuerdos oscuros del pasado y cierta carga de inocencia, decide marchar a la gran ciudad con la cabeza llena de pájaros (y un sombrero) para cumplir su sueño de ser prostituto y vivir del cuento y de las mujeres.

Hasta aquí aunque suene algo raro, es el argumento oficial. Todos podemos hacernos un poco a la idea de lo que va a pasar.

Y es lo que va a pasar.

Pero hay algo más. Una de las cosas que más me gusta del cine es su capacidad para sugerir, o sea que nos estén contando más cosas de las que en realidad se están mostrando a simple vista. De ahí podrán salir muchas interpretaciones, que en algunos aspectos variaran en función de la persona que las esté viendo. Podemos ver como el pasado, se agarra a la piel del protagonista con la viscosidad propia de una pegatina del todo a cien, o como Dustin Hofmann abrirá también la puerta de su cabeza para que los pájaros entren a su interior, y la cagen dentro, e imaginará un futuro (otro con el que hay que tener mucho cuidadin) con palmeras, sol y jubiladas jugando a los dados en Florida.

Detrás muchas más cosas: habitaciones vacías y oscuras que reviven cuando alguien las transita, pasos -> muchos pasos recorriendo las frías calles de la ciudad, mujeres neoyorkinas poco (o nada cariñosas), gente solitaria que solitariamente cae en las aceras, mientras las masas alienadas pasan por su lado sin mirar. Sólo un individuo se parará a ver que ocurre. Aunque como creo recordar que decían en Platoon, la primera victima de la guerra es la inocencia.

La pobreza simplifica los sueños, pero no por ello los hace más míseros.