viernes, 27 de marzo de 2015

¿Y que ahí de mí sin mi enemigo?

Hace unos días estuve en casa de mi madre, y comprobé que su perro, pasaba más tiempo de la cuenta, asomado desde el salón a la ventana que daba al patio. Le pregunté a ella, y me dijo que hacía unos días que la gata no volvía. Entonces me retrotaí casi dos años atrás, cuando yo traje aquel perro a casa de mis padres con un motivo totalmente distinto al que ahora ocupa, y como la pobre gata desde el primer momento sufrió el acoso del perro, y se mantuvo en su lugar, sabiendo estar, enseñando sus zarpas cuando se veía amenazada pero no sacando los ojos a aquel cachorro desastroso que lo acosaba continuamente, mi gata recortaba su espacio vital con tal de no hacer daño. Dicen que a veces, la única buena estrategia de avance, es estar. Permanecer. La pobre gata aguantó muchísimo, ni siquiera me explico su nivel de aguatnte, cuando hacia sus salidas era toda una odisea la vuelta, el perro vigilaba la terraza para no dejarla volver. Hace poco nos enteramos que murió unas cuantas calles más arriba de mi casa, sufriendo bastante. Ahora mi madre, dice que el perro está triste y pasa mucho rato vigilando la terraza, la ventana y la mesa que antes la gata ocupaba. Mi madre dice que el perro la hecha de menos, yo simplemente le digo, que hay algo que al perro no le cuadra en su rutina. Y al final, es inevitable, hacerse la pregunta, ¿que hay de mí sin mi enemigo?