jueves, 19 de diciembre de 2019

Y nosotros, ante la posibilidad de ser. La continuación y la tendencia, hacia el choque y los despojos en la torpeza. Ambos muertos y seguros, lejos del ruido. Hay un triangulo en el veneno espumoso justo en el momento antes de que lo pruebes. La equivocación, el miedo, y el embarazo. Sin palabras que decir creemos que tenemos más dignidad ante la nada. Aunque como de costumbre, es mentira. Hemos sido menos egolatras, aunque al final he de reconocer, que después de salir a correr por la huerta, me he duchado, y He vuelto a ir al bar. Luces y estrellas. Y Flippy mirando a los planetas mientras comentaba que 20 años no son nada, y Saturno como en su núcleo de vidrio reciclado giraba en torno a un hilo de acero. Cuantas historias he escuchado. Cuantos ratos como a la orilla. Entre una larga excusa y un adiós que no sale de los labios. Y dime cariño, dentro de veinte años habrá algo de nosotros que persista, que ni siquiera caiga sucumbido ante la realidad. ¿Habrá algo que ni siquiera nos recuerde? Las perspectivas se organizan en torno a la larga grieta, y los ojos se centran en la luz, aunque no exista nada. Un punto en el horizonte no es necesariamente un objetivo. Y hubo alguna chica ilustre que en aquella época de soltería insistente se interesó por mí, pero a ciertas horas de la noche tenía poca conversación. Y mira que lo intenté veces. Pero no había nada que hacer. Quizá iba más borracho de la cuenta. Aunque suene a tópico, y no sea un consuelo aunque las piedras y el tiempo confluyan en un gran naufragio. Ahora toda ha cambiado. Creo que, tiro mucho de hemeroteca, y a veces me da miedo. No se muy bien que soy. Lo oscuro, la piel, esas escamas que me acarician, que me abrigan y cada día me siento más lejos. El fuego y la ceniza no esconden nada más que de lo que de mi basura ha dejado de decir. Me da miedo que digan de mí que estoy vacío, pero no quiero pensar más en aquel espacio aseptico y monstruoso, que solamente tú y yo vivimos.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Ciervos y calaveras, como a escondidas los labios mendigando deseos. El teléfono suena una y otra vez con voz de mujer. La verdad lleva siempre fuego en el cuerpo. El encuentro último, y el recuerdo de una perdida. Los dioses no nos escuchan pero montamos historias fantásticas sobre falsos mártires. La suerte y la sombra, los árboles y lejos el mar. Vuelvo a entrar al mismo lugar, y la camarera me dice que pidió una caja de cerveza por mí. Y se me saltan las lagrimas, como si de alguna manera objetiva se te pudieran saltar en un bar. La vi un día de expiación por le noroeste (como otro día de los míos) pero se que si me tomo otra, mañana tal vez no seré si capaz de coger el coche temprano. Me hago viejo. Se me vuelcan los esquemas. Y Una vez más, la luz en su infinita serpiente, y frente a ella, la escafandra. Si sigo hasta el final de la carretera tal vez solamente encuentre la iglesia, sus reglas escritas, sus ecos hirientes. Todo esto para nada. Como un viaje perdido por una ciudad mágica (algo así como Edimburgo) encontrando gente maravillosa que no volverás a ver. Todo estaba tan bien, que hasta incluso cuando teníamos ganas de orinar, encontramos un sitio en un jardín cerca de un viejo ministerio. Daba miedo, aquellas historias de la prisión, los cementerios viejos y sus jardines, y estaba prohibido pensar demasiado, pero La ebriedad te hace ver lo que esconde verdaderamente tu ser, tu boca, aunque por un momento creas, ingenuamente, que sean mariposas.