jueves, 19 de septiembre de 2019



Su nombre se derrite, se oculta, se esconde como derretido del flujo de una cepa que cae lentamente. Cicatrizando en la tierra.  El café y el corazón son de un mismo latir.Los bares, y saber que no hay, ni habrá nada en este mundo como ella. Y el silencio. La complacencia. El agua y la boca, saciados. Arboles y luces en la inmensidad del silencio, en la noche espectral.  La leyenda negra y los años lujuriosos. Y esta vez a ella le toca, en su risa, mi oscuridad. Y la navaja recortando el filo del cielo de las ciudades muertas. Y todo queda paralizado, queda suspendida la vida. Pese a su latir terco, socorrido e insistente.