lunes, 21 de abril de 2008
El viajero
Compro guías de viaje de países que nunca visitaré. Las colocó cuidadosamente en el estante que tengo frente al televisor. Budapest, Moscú, Venecia, todas ordenadas. Las unas junto a otras. Son de la misma editorial. A veces las abro. Luego hay un hombre que viaja con una pequeña maleta que sale en algunas fotografías. Un hombre que mira los edificios, la piedra vieja ennegrecida y el vuelo predecible de las palomas sobre las estatuas de bronce de viejos dignatarios. Siempre el cielo es azul; infinitamente azul. Ese hombre no tiene cara, ni biografía, ni trabajo conocido. Está de espaldas. Mira los monumentos, las plazas, los ríos, los transportes públicos. Los niños juegan a su alrededor y los turistas exclaman durante unos segundos cuando observan por primera vez las maravillas que se presentan ante sus ojos. El hombre los mira y calla. Todo cuanto sucede alrededor es recogido por las instantáneas de un fotógrafo freelance, que luego las venderá al mejor postor a través de internet. La vida del hombre es una postal de 10x15, un paseo rutinario por los caminos viejos de la Europa del este, por las amplias avenidas parisienses, por las playas solitarias del cantábrico. Un testigo anónimo y presencial del transcurrir de los días, de los cambios horarios, de las modas pasajeras, de las nuevas aerodinámicas de los coches. Un viajero de la cuadratura de los planos urbanos. Un amante de la geometría, conocedor de Pitágoras, de la hipotenusa y de la formula para tomar el camino más corto para viajar de un punto a otro de la ciudad. Un hombre que viaja en metro, que paga religiosamente las tasas, toma su ticket y observa como la gente duerme y lee en los vagones que viajan en la noche, en las profundidades de la ciudad. Un hombre sin biografía, sin rostro ni trabajo recoconido, que a pesar de las largas esperas en los aeropuertos, en las estaciones de autobuses y en los semáforos, vuelve a algún lugar. El sitio desde el que partió. Allí, todo es como en las postales. El cielo siempre azul; infinitamente azul, y en su maleta nunca lleva recuerdos para nadie.
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5 comentarios:
Viajante no hay camino... se hace camino al andar...
Grandes La costa brava, gracias por comentarme.
¡Qué punto lo de las guías de viajes que núnca harás! pero ¿querer es poder, no? (a veces)
Si el cielo es azul, por algo será, don Jesús, por algo será. Tú siempre dando consejos, eres adulto ya. Cualquier día sacas una oposición.
Pue sí, creo que la guías a Moscú y Budapest no las usaré. Lo veo un poco difícil en los tiempos que corren
No está mal conocer el camino corto pero precisamente para elegir el largo. A veces en el corto se pierden los detalles.
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