Anoche tuve la oportunidad de ver a Antonio Vega. El concierto fue breve pero intenso: 55 minutos. No fue una sorpresa, ya que había oído que sus últimos conciertos rondaban la hora de duración. Pero lo cierto es que no se le podía pedir más. Las canciones de siempre, dos buenos músicos al acompañamiento, y un auditorio mayoritariamente incondicional. Hubo un momento en que falló el sonido, y Antonio supo afrontarlo con toda naturalidad. Se nota la experiencia, el haber sobrevivido a los ochenta. Fue en ese momento cuando se multiplicaron los Flashes, muchos flashes, que hacían resplandecer todavía más la larga melena dorada que cubría la mayor parte de su rostro, y una mirada que daba la sensación de ser algo esquiva. Él seguía a lo suyo sin apenas inmutarse. Tal vez, no quería que se notara mucho su apariencia algo demacrada, o simplemente disfrutaba con toda su alma de la música. Por lo demás poco que decir, es Antonio Vega. Letras perfectas, melodías que hablan por sí solas: del amor, del camino recorrido, de los paisajes perdidos…
De todo un poco.
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1 comentario:
si no se jode antes el higadillo, vamos al entierro
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