jueves, 23 de junio de 2016
El espacio infinito que se oculta bajos las sabanas húmedas como la geografía más maravillosa, no es más que reflejo de sueños en blanco y negro que tropiezan en los muebles de mi habitación, que atropellan paradas de taxis en la madrugada, que congelan comida que acabará en la basura, pelusas que crecen en una reserva generosa y prodiga en nuevas especies de ácaros amigables. Ahora que las bacterias de mis intestinos están tocadas por la arremetida del apocalipsis antibiótico me siento más ligero y a la vez más torpe que nunca. Decidido y tierno, pero en el fondo temeroso. A veces me pregunto si todo lo que te lubrique por dentro, y apacigue el dolor intimo y personal, aunque te mate lentamente, acaso no es mejor que la vida lenta y pausada en la frustración continua. Los fines de semana son una burbuja maravillosa para maquillar con la efervescencia de los licores la mediocridad del resto de horas consumidas.
El temor es carnívoro, y arrebata al alma con la espina del odio autodefensivo, los verbos esenciales, para unos vivir y amar, para otros beber y follar.
El día acaba con un húmedo escalofrío, carne llena de prisa que se regocija en en el silencio de la noche, para hacerse desaparecer por unas horas en un laberinto oscuro e inexplicable. Si todo va bien, al final todo empieza y acaba entre unas sabanas.
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3 comentarios:
Yo acabé por no tomar antibióticos (lo último una bronquitis) la mente y el cuerpo están relacionados mira a ver: http://www.sanateysana.com/diccionarioemocional.html igual te resulta muy hippy, pero a mí a veces me ayuda . Ánimo!
Interesante enlace @eme , los antibióticos quedan desterrados, son como los jinetes del apocalipsis.
No digáis de esta ginebra no beberé. Nunca.
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