miércoles, 2 de marzo de 2011

Cowboy de medianoche


La otra tarde aprovechando una de esas ya habituales horas libres de las que dispongo, volví a ver Cowboy de Medianoche. La música nos suena a casi todos, pero la historia que se esconde detrás no está nada mal.

Un muchacho tejano junto a una maleta repleta de camisas bordadas, recuerdos oscuros del pasado y cierta carga de inocencia, decide marchar a la gran ciudad con la cabeza llena de pájaros (y un sombrero) para cumplir su sueño de ser prostituto y vivir del cuento y de las mujeres.

Hasta aquí aunque suene algo raro, es el argumento oficial. Todos podemos hacernos un poco a la idea de lo que va a pasar.

Y es lo que va a pasar.

Pero hay algo más. Una de las cosas que más me gusta del cine es su capacidad para sugerir, o sea que nos estén contando más cosas de las que en realidad se están mostrando a simple vista. De ahí podrán salir muchas interpretaciones, que en algunos aspectos variaran en función de la persona que las esté viendo. Podemos ver como el pasado, se agarra a la piel del protagonista con la viscosidad propia de una pegatina del todo a cien, o como Dustin Hofmann abrirá también la puerta de su cabeza para que los pájaros entren a su interior, y la cagen dentro, e imaginará un futuro (otro con el que hay que tener mucho cuidadin) con palmeras, sol y jubiladas jugando a los dados en Florida.

Detrás muchas más cosas: habitaciones vacías y oscuras que reviven cuando alguien las transita, pasos -> muchos pasos recorriendo las frías calles de la ciudad, mujeres neoyorkinas poco (o nada cariñosas), gente solitaria que solitariamente cae en las aceras, mientras las masas alienadas pasan por su lado sin mirar. Sólo un individuo se parará a ver que ocurre. Aunque como creo recordar que decían en Platoon, la primera victima de la guerra es la inocencia.

La pobreza simplifica los sueños, pero no por ello los hace más míseros.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Soñar, como pensar, te mete en líos.