
Sonrisas solidarias que llenan huecos indescifrables. La lectura intransigente de los códigos de barras. El despertar de las horas en la falsa matemática de la perspectiva isométrica. Y cuando miramos con cierto ojo crítico hacía lo cotidiano, descubrimos que hay cierto resplandor en cada una de las piezas del baño. Encendemos la luz, y concentramos nuestra mirada fija en el vacío. Y nos damos cuenta de que todo es apariencia. Los tabiques de pladur son los límites puros del territorio inexplorado de nuestros ojos y sus percepciones distorsionadas. Luego están los diferentes colores, que simulan ventanas del alma, a las que nos asomamos cada mañana buscando el punto exacto de corte de la tierra con el cielo. Como si quisiéramos abrazar la fe con una simple coordenada, un ángulo, o una formula matemática.