jueves, 11 de julio de 2019
En cualquier lado se abre como una flor desgarrada el miedo. Sin previo aviso. Porque sí. La ausencia, las fuerzas ajenas y la infructuosa esperanza en la resurrección. El espacio que ocupo, y la sangre que yo contengo, son poco más que nada, si pienso en la totalidad. En todo cuanto nos rodea y no me dice nada, pero siento como me consume lentamente. Sangre manchada de alcohol derretido, de la nada cirscunstancial. Todo lo que quise decir y se perdió en un laberinto o en un oscuro vacio. Y cuesta contener la respiración, pensar en algo más que la escena, el apocalipsis de la dermis en su lenta debacle, las noches por vivir y los oscuros pretextos para no liberar la mente y ser verdaderamente libre. O eso dice el diccionario. Pasar la noche entera en una discoteca bebiendo y escuchando música, mimetizandose entre la gente. Pasar inadvertido cuando vas solo no es tan fácil, pero al final todo se entiende. Es de manual, espirales en la nada. Para al fin volver al alba, y ves a la gente tomando churros al salir. Y piensas en el dinero gastado, y las calorías ganadas. Y sólo desear acariciar la cama en una cuenta atrás, en un oscuro bordado de surcos silenciosos que se pierde entre los sueños.
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1 comentario:
Vaya un retrato generacional.
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