miércoles, 20 de febrero de 2019

 La mediocridad,
 inexpresiva,
 acechante como una bacteria silenciosa
 en el estomago que te persigue,
 se acopla a ti, que te acompaña siempre.
 Tu sufres, y ella sufre,
aunque en los manuales de los médicos te digan que ella se divierte a tu costa.
 Es mentira, una gran mentira.
 Todo lo que hay dentro de ti, siente como tu sientes,
 mucho más que cualquiera que pase frente a ti, te sonría y acaricie falsamente tu piel,
Todo lo que contiene tu bolsa de carne va contigo, eres tú.
 Todo lo que te devora y acaricia en silencio,
 te acompaña en cada instante.
 Aunque suene feo,
 Las trampas del sistema,
 y su vertebración endémica milenaria.
 Unos muchos, para unos pocos.
 Ellos dictan las reglas.
 Tú las reescribes en tu pizarra de carne, hueso y sangre
 cada día.
 Para no pensar,
 para no sufrir,
 la mediocridad,
 Como un beso que no das, y te contagias a ti mismo,
 como un paréntesis faraonico en dos líneas,
 que esconde un dolor inmenso.
 Como ese beso que sí que das,
 y de aterciopelada mediocridad,
que ya ni reconoces,
 saliba, deshiela el desencanto.
 Como otro período más de tiempo cubierto
En la urgencia de los minutos
 El aspa sucia de grafito mancillando la casilla blanca,
 vacía, inmaculada.
 Mientras te acaricias la barbilla
 y esperas la respuesta adecuada.
 No somos nada frente a la predestinación,
 el ADN y la probabilidad de enfermedades,
la tasa de mortandad y el vademecum,
 se escapa la respuesta sosegada,
 tu corazón tatuado con cristales rojos escarchados y lamentos de garganta.
 Llegan las facturas y cambian los dígitos en los cuadernos maravillosos.
 Se alejan las orillas,
 y derraman las ramblas en nudos de sudor retestinada en tu ausencia,
 ya no brillas como antes,
se difumina la perfección de la escultura de tus labios,
 no me seduces en el hueco gris de las tinieblas como hiciste,
 como yo me prometí verte,
ante mis ojos,
ya no te encuentro en tu pueblo sagrado de rocas blancas edulcoradas.
 El pensamiento, el espacio, se vuelven miserables
 cuando en la boca misma nos falta una silaba.
 En la esencia misma de lo que eras tú.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Tic, tac, tic, tac... Urgencia de los minutos...