jueves, 10 de mayo de 2018

Hay días en los que se clavan mis pies como estacas en este puto desierto de ideas. Las sombras invaden el atardecer, y mis sustancias orgánicas se recalifican en diversos parámetros. La soledad excava y extiende sus raíces implacablemente. La espada y el cartílago. Ni tu tan guapa, ni yo tan colgado, no valemos más que un gramo amarillento en este jodido desierto de arena y perdición. Da miedo pensar, en las cosas que te acusan, en las que otros creen a pies juntillas que has hecho, pero que no has hecho. Y el universo patas arriba, los reproches, y el deseo, ya vencido, lento, muere en la cuenta atrás. No somos más que dos unidades, tú tan guapa, tan bendecida por los astros de la belleza, como cientos de otras más que te ganan en juventud, y yo tan colgado, tan julandrón, me superan mil millones de buenas cosas que chupar, acariciar, leer o escuchar. La combustión se come en la noche los verbos, y tú, te levantas por la mañana, te maquillas, te gustas ante el espejo, te ves guapa, y eres realmente guapa, pero a la vez muy cabrona, pero llegas tarde y los compañeros de coche se enfadan, aunque a ti poco te importa, porque te lo perdonan. Te perdonamos. Tus sueños y las células son un misterio, oscuridad perpetua donde se esconden los culpables. Mi mala memoria, tu boca, y los falsos ídolos, y eso que dicen que los miembros izquierdos del cuerpo no saben hablar bien de amor. Y hubo un día que a mí me hubiera gustado bien oler, curvar y degustar las autopistas francesas de tu piel. Ser un perdido en tu bosque nubloso de inquietud. Azul, huyendo del negro camino de Portugal, evitando hostales de carretera y gasolineras con expositores de casetes baratos. Bebiendo cervezas y pensando en la reconquista. Aunque a estas alturas, Ya ni te acuerdas.

2 comentarios:

salvajuan dijo...

Viva la mala memoria!!!

jm dijo...

La mala memoria siempre es la primera de la excusas.