lunes, 30 de julio de 2012

Una historia verdadera. Una road movie desde una cortadora de cesped

Dicen que la base de la idea de la historia: un anciano que decide iniciar un viaje a través de varios estados americanos en una cortadora de césped para visitar a su hermano enfermo, se la dio su mujer a David Lunch. Ese bebedor compulsivo de café, que nos tiene acostumbrados a películas tan poco comunes, como a veces tan geniales, con esta road movie que destila sencillez, nos adentra en un universo intimista que aborda ciertos aspectos que se plantean al final de una vida. El saber que el tiempo se agota, que hay personas especiales a tu alrededor, ellas te hacen especial a ti, y tu las haces especiales a ellas. Ayudar a encontrar a los demás su camino valiéndote de tu experiencia, exorcizar los fantasmas y demonios del pasado con alcohol para acabar procurándoles una estantería polvorienta en la mente sobría. Y es que puedes estar cabreado con alguien, y que pasen diez años y seguir sin hablarte, pero el tiempo tal como pasa se va,el odio acaba por destruir a quien lo mantiene, y al final descubres que has pasado muchos años perdiendo algo especial, y ya casi ni recuerdas los motivos. Y cuando de verdad existe un sentimiento no es necesario recurrir a las palabras para establecer un punto de disculpa. Se puede compartir un cielo nocturno en silencio y decirlo todo.

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